
Dicen algunos que Cáceres debió morir en Huamachuco -batalla crepuscular de la campaña de la Breña- para que pasara a la historia como un símil de Bolognesi y no se convirtiera años después en el político derrocado por alguien tan opuesto a la figura de un héroe como Pierola. Pero tal parece que no fue necesario su inmolación pues el “Brujo de los Andes” ha sido impregnado por el sello de la historia como héroe y pocos recuerdan al Cáceres político del contrato Grace; medida económica que dudo mucho; la izquierda actual aprobaría, pero la amnesia del gobierno pro hacendados de Cáceres es tal, que un partido de extrema izquierda fascistoide lleva su nombre.
Marcando las distancias tanto de siglo como de contextos algo similar podríamos decir de Allende y su inmolación aquel 11 de septiembre de 1973; fecha que a la gran mayoría nos recuerda a torres gemelas, Bin Laden y Bush junior, me tengo que incluir aquí; pues en el 73 ni nacia y el 2001 cursaba la universidad.
El derrocamiento de Allende por parte de la derecha fascista y reaccionaria del vecino país del sur habría que enmarcarlo primero en el contexto geopolítico mundial de guerra fría y en la manera particular de cómo se vivió en América Latina. Esta consistió básicamente en la izquierda formando guerrillas para tomar el poder inspirados en el éxito de la revolución cubana principalmente y por otro lado las fuerzas armadas realizando golpes de estado dejando de lado su institucionalidad y no deliberancia para parar la ola comunista.
La particularidad en el caso chileno radica que por primera vez llega al gobierno por vía electoral un gobierno socialista como el de Allende, en el siglo actual no tendría nada de extraño pero en 1970 con la Unión Soviética y La China socialista como verdaderas alternativas de modelo de gobierno y en la región habiendo ocurrido poco más de una década que unos barbudos que fumaban puro y vestían verde olivo se habían hecho del poder por la vía guerrillera en el caribe cubano el triunfo electoral de Allende si que era todo un desafío a la tesis de que el socialismo era incompatible con la democracia, la pluralidad de partidos y podría prescindir de las armas y del totalitarismo para aplicar sus postulados.
Es un hecho que el triunfo electoral de Allende estuvo muy lejos de ser contundente pues el porcentaje de votos que le dieron la ventaja fue nimio y que tampoco tenía mayoría parlamentaria y contaba con el recelo de las fuerzas armadas. Con estas desventajas era presumible pensar que para el tamaño de reformas que se plantea realizar era casi imposible que se cumplieran. Con todo, el régimen allendista nacionaliza más de 150 empresas incluyendo el cobre.
Es un hecho también que la Unidad Popular; coalición de izquierdas con que llega Allende al gobierno era un conglomerado de grupos y grupúsculos donde no todos desistian de la vía armada, a esto hay que sumarle el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) partido que no formaba parte de tal coalición pero su accionar y sobrevaloración intencional por parte de la derecha colaboró en desmedro del gobierno.
El tiempo ha demostrado que las estatizaciones de empresas y la economía planificada no funcionan para disminuir la pobreza. Pero ¿justifica esto un golpe de estado?
Por el lado de la oposición se decia que Allende rompió el orden constitucional al negarse a acatar las leyes dadas por el parlamento para la regulación de las estatizaciones, pero siendo a un cierto aquello sería absurdo utilizarlo como argumento para justificar una violación peor todavia al orden constitucional como lo es un golpe de estado.
Con todo, el derrocamiento de Allende inaugura 17 años de dictadura. Una de las más criminales y atroces de la región. La creencia de cierto sector de la oposición que pensaba que aquel golpe iba ser transicional dada la tradición institucional de las fuerzas armadas chilenas quedó descartada por el propio Pinochet desde el primer momento.
Cincuenta años después el 11 de setiembre sigue abriendo heridas, recuerdos y polarizando la sociedad del país sureño. Esto a pesar de que el chile post Pinochet gozó de 30 años de estabilidad democrática sustentados principalmente por un sólido sistema de partidos de centro derechas y centro izquierdas y que le dió a Chile cierta prestancia y ejemplo de modelo democrático, institucionalidad y de desarrollo. Pero poco o nada hizo para castigar los crímenes de la dictadura. Esto ha terminado con las protestas del 2019 y con el cambio y polarización de la partidocracia chilena hoy capturada por los extremos del espectro político. Los vaivenes del proceso constitucional chileno son prueba de aquello.
Pero es en la condición de polarización donde se tiende a evaluar el pasado con la vara de los problemas del presente y ahí poco importan los hechos y el análisis desapasionado; las interpretaciones priman y sustituyen a los hechos. Para la derecha radical; Pinochet es el baluarte que salvó a Chile del poder rojo, mismo Franco en España, pero sin guerra civil y los crímenes el precio a pagar.
Para la izquierda latinoamericana es mejor quedarse con el Allende inmolado y no aceptando un exilio al que pudo acceder pues lo eleva a ribetes de héroe.Otra quizas seria su figura histórica si hubiera aceptado aquel exilio o no hubiera sido derrocado y la democracia hubiera continuado y sus políticas fueran evaluadas a luz de hoy. A diferencia de Cáceres, Allende sí murió en su Huamachuco.
Por: Augusto Cárdenas ✍
Sociólogo