Los extremos siempre se parecen: y a veces se juntan

En la politología tradicional -por llamarlo de alguna manera- se ha considerado al fascismo en todas sus versiones -nazismo, falangismo, salazarismo- como lo opuesto o la reacción ante el socialismo. Los socialistas consideraban a este como la cara radical del capitalismo que surge cuando se encuentra acorralada por una revolución socialista; el fascismo es de derecha y el socialismo de izquierda es lo que comúnmente hemos escuchado. Efectivamente Hitler y Stalin se odiaban, pero eso no fue un impedimento para hacer un pacto y repartirse Polonia.

Pero también es harto conocido que ambos proyectos políticos tenían más en común que diferencias; quizá no sea casualidad que Mussolini -el fundador del fascismo- fue un militante socialista en su juventud. Y es que fascismo y socialismo -al menos los que realmente existieron- son proyectos totalitarios, colectivistas al extremo y tienen la dictadura como modelo de gobierno. Por ejemplo, la idea leninista de partido único también lo han tenido los fascismos de todos sus lastres.

Es necesario aclarar que no siempre las izquierdas han sido socialistas,ser un jacobino radical y preferir una república liberal a la monarquía en la Francia de finales del siglo XVIII era ser de izquierda, de hecho ahí nace la categoría de izquierda en la política y calificar a todas las derechas de fascismo sería un reduccionismo patético.

Por ser proyectos ultra colectivistas es que son tan repelentes a los principios liberales y no me refiero solo al liberalismo económico sino principalmente al político y social. La igualdad ante la ley, piedra angular del liberalismo y los llamados derechos de primera generación, es decir, los derechos civiles y políticos tienen por finalidad limitar, ponerle freno al poder de los monarcas -en la actualidad serían los estados- para que no coaccionen la libertad individual. Por eso fascismo y socialismo en la práctica han coincidido en su incompatibilidad con tales principios, porque la libertad individual es contrario a su esencia doctrinaria, para ellos el individuo no importa, importa la raza, la nación, la clase social o cualquier otra entelequia, de ahí lo inhumano de los regímenes que crearon.

Aplicando este criterio a lo doméstico de nuestra coyuntura política: podemos advertir que desde la atomización de nuestra oferta electoral, algo que se manifestó por primera vez en las elecciones congresales para reemplazar al congreso que Vizcarra disolvió, hemos quedado atrapados en una polarización más superficial que real.

Pero en este espectro de pigmeas representaciones políticas los extremos se han juntado porque simplemente se parecen. En efecto, si le preguntamos a Vladimir Cerron que piensa sobre el derecho de las minorías sexuales o el enfoque de género en la currícula educativa; probablemente te dé una apreciación muy parecida a la que te puede dar el congresista Montoya o el alcalde Lopez Aliaga y te vendran con términos como ideología de género y los tres vociferaran esa palabra que sirve para rotular cualquier cosa o persona que consideran el enemigo “CAVIAR”. El anterior TC era caviar, la JNJ está lleno de caviares, Zoraida Avalos seguro es caviar y los que consideran su inhabilitación un golpe que socava los contrapesos de poderes en una democracia también son caviares o están defendiendo a los caviares y hasta la institución supranacional como la CIDH es caviar. Pero ¡Qué demonios es un caviar!

Parafraseando a Sartre el “caviar” vendría a ser el judio que no existe pero que el antisemita lo inventa, el enemigo en comun que los unifica, el pretexto cínico para ejecutar las tropelias que vienen haciendo.

Pero quizá no sean estos puntos doctrinarios lo único que los une, sino algo más pragmático; el subsistir en el poder lo más que se pueda, el toma y daca en la repartija de poderes, esto se manifiesta de manera más diáfana en el fin de la meritocracia para el nombramiento de docentes, pago de favor para la facción magisterial de Perú Libre por el apoyo de este en la intromisión del congreso al Ministerio Público.

La unión de estos extremos políticos por coincidencias de aspecto doctrinario -al margen de que se compartan o no- podrían ser dentro de todo respetables.Pero la concordancia por simples repartos y cuotas de poder tirando por ello al tacho el estado de derecho es deleznable. Me temo que es por este último.

Por: Augusto Cárdenas
Sociólogo