No hay tomógrafos en hospitales de nuestro país o están fuera de servicio y solamente se cuenta con ellos en algunos nosocomios, lo que hace imposible atender rápidamente una emergencia. Algo que ya no es ni siquiera noticia, pero que penosamente es la realidad que cotidianamente vive y sufre el paciente que sí lo necesita con urgencia y su familia, viendo que su ser querido se encuentra muchas veces grave y con riesgo de perder la vida.
Nuevamente se ha visto un caso similar, recientemente, con un niño internado de emergencia en un hospital de Villa el Salvador, en dónde le recomendaron mejor hacer una tomografía, para “descartar” algún daño mayor a su lesión, y por supuesto hacerla fuera, en un policlínico particular, porque no se podía hacerla en el hospital. Al rato lo mismo, tomografía solicitada y sugerida hacerla “fuera”.
¿A quién beneficia toda esta dramática situación? ¿Quién está ganando de la desgracia ajena? ¿Quiénes son aquellos que lo permiten, funcionarios públicos, entidades del estado encargadas de fiscalizar este tipo de servicios? Contraloría, Defensoría del Pueblo, ¡Cumplan su función! ¡Hagan su trabajo!
Estamos al parecer, los peruanos, perdiendo capacidad de indignación, cuando la corrupción ya no simplemente asoma, sino que sin vergüenza y con descaro nos “pecha”, nos sale al frente y muestra la cara sin temor ¡aquí no pasa nada! Aquí hay hasta, supuestos “convenios”, para que el servicio particular de un tomógrafo esté dentro de las instalaciones de un hospital del estado, instalaciones que pagamos todos con nuestros impuestos. ¿Cuáles son esos “convenios”, muchas veces no vigentes, que les permiten mantenerse allí y seguir por supuesto haciendo negocio? ¿A que autoridad o autoridades del hospital están estos policlínicos, clínicas o centros médicos de imágenes y tomografía, pagando “la suya” para mantenerse allí, lucrando con la vida o quizá la muerte de personas inocentes?
¿Y los gobernantes? ¡Bien, gracias!
No pasa de promesas electorales el dotar con un tomógrafo un hospital, no hay voluntad de servir a su patria, sino ansiedad por el poder y la marmaja, la teta del estado que no sueltan, la plata y los sueldazos que se embolsan, la coima que llega sola, a cambio por supuesto de algún jugoso y conveniente favor.
En ello están presidentes, ministros, congresistas, alcaldes, regidores municipales, presidentes regionales, prefectos, directores de UGEL, o de cualquier otra dependencia del estado que concentre burócratas, la corrupción como la pus a punto de saltar, pero de gusto.
Buitres y carroñeros de su propio país, vergüenza de toda una nación.
¿Es que tanto cuesta un tomógrafo que el estado no lo puede pagar? El estado, que se gasta millones en capacitaciones, dietas, buffets, remodelaciones de oficinas y demás joyerías (oh, perdón, quise decir gollerías), que se les ocurren ¿no pueden cubrir la urgente necesidad de proveer tomógrafos en los hospitales, donde se están perdiendo la vida de peruanos, seguramente mucho más imprescindibles que sus corruptas existencias? Madres que dejan a sus hijos huérfanos, padres que tal vez sufrieron un accidente laboral y necesitan de atención médica, para no perder la vida consecuencia de habérsela ido a ganar para sus familias (cruel ironía), muchas veces tal vez en un empleo informal.
Pero nuestros gobernantes, nuestros “padres de la patria”, nuestras autoridades, nada de eso entienden. No tienen siquiera una mínima capacidad de compasión ni de empatía, no tienen nada, ni siquiera moral, son simple y llanamente un alma vacía. Ni sangre en la cara les vemos.
A menos que anden acalorados y apurados por alistar su próxima campaña de reelección, sirviéndose desde ya de la posición en el estado, que ocupan; sin que eso les resulte una contradicción. Ocupados en formar sus “partidos”, de inscribirlos, canjeando en las calles firmas por una bebida o un paquete de galletas. Buscando “aportantes”, mecenas”; comprometiendo, desde ya, puestos o cargos que ofrecerán por anticipado a cambio de “financiamiento”, y siempre habrá los que se prestan. Los que buscan leyes a medida, las empresas que buscan operar con impunidad, y quien sabe por ahí el narcotráfico o intereses extranjeros acechando y buscando oportunidad. Porque ya alguien dijo por ahí, hace más de un siglo, que “al peruano no se le hace la guerra, no se le combate, sino que se le compra”.
Y eso de que, “el enemigo de un peruano es otro peruano”, no debiera pues para nada ofendernos. ¿Por qué podría ofendernos una realidad que entre nosotros mismos estamos viendo? Sería una suerte de negación. ¿Ven acaso partidos políticos en formación? ¿con ideal y convicción? Pues estamos mal si eso nos estamos creyendo. Lo que hay es gente que se reúne en torno a una organización ilícita, lista para delinquir cada vez que les es favorable una elección, ya que con ese fin se formó.
Partido Político, como tal, o político honesto, no tenemos.
La política resulta así para muchos una decepción, por la connotación o carga negativa que tiene y espanta y ahuyenta, desanima de participar, a aquellos que tal vez si tengan los valores, el conocimiento y la capacidad para hacerlo.
Para cuando por decreto supremo se ordene la inmediata compra de un tomógrafo, por declararse ello de urgente necesidad para el pueblo peruano, de repente estemos delante de una dictadura, sin tiempo para saber si más negativo resulta el remedio que la misma enfermedad.
Y el Perú, ¡hay! Seguirá muriendo…
Por eso no será trabajo de unos pocos, ni de unos cientos, sino de millones, los que tenemos que comprometernos.
Dado que – para parafrasear a Vallejo – hay, compatriotas, muchísimo que hacer.
Por: Christian Loureiro ✍
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